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La novela de un exlibris (I)

Nos hacía graaaaande ilusión publicar nuestro propio post por entregas, como cualquier bitacorista que se precie, así que emprendemos desde hoy la recuperación de un textito extravagante: La novela de un exlibris (no se me asuste el amable lector, que la novela se queda en relatín), de Carlos Boselli, publicada originalmente en la Revista ibérica de exlibris, en fecha tan lejana -un siglo ha- como 1904. Y lo publicaremos por entregas, como cumple a su condición de folletín libroso.

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LA NOVELA DE UN EXLIBRIS

Pido venia al lector para servirle, con el título de novela, una historia verdadera y auténtica, de cuya veracidad puede convencerse consultando los documentos que encierra un austero palacio de la ciudad de M...
En estos tiempos caracterizados por la ardiente rebusca de la originalidad, mientras muchos se afanan, siguiendo trillada senda, en sacarla del libro ajeno, destilándola y alambicándola con sutil arte, yo espero poder conseguirla bebiendo en la sencilla fuente de lo verdadero porque no me siento con fuerzas para alcanzarla de otro modo. ¿No es cierto que las singulares concepciones imaginativas de novelistas y poetas son siempre sobrepujadas por las inverosímiles creaciones de la vida de todos los días? Y la mía es historia reciente: hace pocos meses, los periódicos de M... publicaron su epílogo, encerrado en cuatro frías líneas de un suelto de gacetilla.

Después de algunos años de ausencia, volvía en ferrocarril a mi ciudad natal una noche del pasado otoño, cuando, dos o tres estaciones antes de apearme, subió y se acomodó en mi departamento un caballero de atractivo aspecto, grave y distinguido, cuyo único equipaje era un gran paquete de libros.
No me parecieron desconocidas sus facciones y, mientras le estaba observando con disimulo haciendo al mismo tiempo memoria, me pareció que también él me dirigía frecuentes miradas interrogativas.
Poco tardé en reconocerle como antiguo compañero de colegio, uno de los más inteligentes y estudiosos, y su encuentro casual en aquella ocasión me pareció de buen agüero.
Contentos ambos de volvernos a ver, nos dolimos de que fuese tan corto el trayecto que teníamos que hacer juntos, y de que nos tuviésemos que separar al llegar a M..., ya que mi familia me aguardaba en la estación después de largos años de ausencia.
Antes de separarnos nos despedimos, cambiando la tarjeta de visita y la promesa de un próximo encuentro.
Pocos días después, sintiendo deseos de pasar algunas horas con mi antiguo condiscípulo, busqué su tarjeta, que me había metido en el bolsillo sin ni siquiera leerla. Decía: "Roberto Garrama, Bibliotecario del Círculo Filológico de M..., Calle de Roma, 3". Viendo que aún no habían dado las diez, supuse que podría encontrarle en pleno ejercicio de su cargo. Me presenté, pues, en el Círculo y allí le encontré, hojeando un gran incunable.
Me acogió afablemente, demostrando gran placer al poder pasar conmigo la noche; y quiso acompañarme al Gambrinus, en donde, entre bock y bock y a los dulces acordes de la orquesta de las damas vienesas, nos contamos algo de nuestra vida, evocando, de paso, recuerdo sobre recuerdo de la hermosa infancia y de la primera juventud.

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Continuará...

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