Francisco Columna, I
Mi ejemplar:
NODIER, Charles. Lydia y Francisco Columna: dos cuentos. Madrid: Calpe, 1923. 88 p.
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FRANCISCO COLUMNA
Es posible que se acuerden ustedes del abate Lowrich, con quien nos hemos encontrado en Ragusa, Espalatro, Viena, Munich, Pisa, Bolonia, Losana Es un hombre excelente, saturado de erudición, que sabe una porción de cosas que nos agradaría olvidar si las supiésemos como él: el nombre del impresor de un libro pésimo; la fecha en que vino al mundo un necio, y otras mil particularidades del mismo jaez. El abate Lowrich tiene la gloria de haber averiguado el nombre auténtico de Kuicknackius, que se llamaba Starkius, pero que no fue salvo el parecer de ustedes- el Polycarpus Starkius que escribió ocho endecasílabos impecables acerca de la tesis de Kornmannus De vitibus et doctrina scarabaeorum, sino Martines Starkius, que escribió treinta y dos endecasílabos acerca de las pulgas.
Aparte esto, el abate Lowrich merece ser conocido y estimado; tiene ingenio, corazón y pone grande y activa diligencia en servir a los amigos, y a más de estas bellas cualidades posee una imaginación rara y viva, que da atractivo a su conversación, salvo cuando se engolfa en el piélago de las nonadas de biografías y bibliografías. Yo sé a qué atenerme respecto de este inconveniente, y cuando en mis continuos viajes por Europa encuentro al abate corro a él en cuanto le veo, y aún no hace tres meses que le vi.
Había yo llegado tarde al Hotel des Deux-Tours, de Treviso; así que no tuve tiempo de poner el pie en la villa. A la mañana siguiente, cuando bajaba la escalera, vi delante de mí una de esas figuras singulares que tienen fisonomía de cualquier lado que se las mire. Un sombrero cual no hay otro, puesto en la cabeza como nadie se lo pone; una corbata roja y verde anudada al cuello de modo que por un lado sobresalía tres o cuatro pulgadas de la levita y por el otro no se veía; un pantalón no bien cepillado en una pierna, sucio en la otra y levantado coquetonamente su extremo sobre el tirante de la bota, y, por fin, la cartera inmensa, la cartera inseparable, bien atestada de títulos de libros, de noticias, de papeletas, de planos, de croquis, de tesoros valiosísimos para el erudito, pero que un trapero no recogería. Imposible equivocarse; aquél era Lowrich.
-¡Lowrich! grité, y al instante nos abrazábamos.
-Sé adónde vas me dijo tras del afectuoso cambio de saludos, y me indicó que había llegado a Treviso al mismo tiempo que yo-. Preguntaste las señas de un librero y te dieron las de Apóstolo Capoduro, que vive en la calle de los Esclavones. También yo voy a su casa, aunque sin ilusión alguna, porque visité dos veces su tienda en estos diez años últimos sin hallar otros libros viejos que las novelas del abate Chiari. La librería de viejo está perdida, muerta por completo, aniquilada; vinieron ya los tiempos bárbaros. ¿Tienes algo raro que pedirle?
-Te confieso respondí- que me iré disgustado del norte de Italia si no logro llevarme el Sueño de Polifilo, del cual me dijeron que era cosa muy seria, y que si se le encontraba en alguna parte sería en Treviso.
-¡Si se le encuentra en alguna parte! exclamó con prudente reticencia-. Porque el Sueño de Polifilo, o la Hypnerotomachia, para hablar con mayor claridad, de fray Francisco Columna, es uno de los libros viejos que los bibliógrafos designan con esta frase exacta: Albo corvo rarior. Lo que sí te aseguro es que si este cuervo blanco está en alguna pajarera, y no es posible dudarlo, no es de seguro en la de Apóstolo. Tan seguro estoy, que podría jurar por los manes de Manucio, a quien Dios tenga en su santa gloria, que si el perillán de Apóstolo consigue proporcionarte un ejemplar de la Hypnerotomachia con la fecha buena, que es la de 1499 (las demás ediciones entran en la categoría de los libros mediocres) quiero y puedo hacerte tal regalo a expensas de mi bolsillo, al que tal acto de munificencia no le ocasionará gran quebranto.
[...]
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Bueno, da comienzo el inventículo éste, espero que os guste :O)
Actualización: la siguiente entrega ya está disponible.
¿La pelota ahora mismo? en el tejado deFerrán las deakialleras Yavannna Alas y balas... oooops: se nos han acabado los tejados... a ver qué hago con la pelota yo ahora... ¿qué hago? ¿qué hago?
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Actualización: recoge el testigo el documentalista audaz, como cumple a su apodo :O)
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Reactualización: la próxima entrega, la séptima, en el orgullo del bibliodocublogomundo, la recién galardonada El documentalista enredado :O)
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P.S.: disponible la octava entrega en la bibliobitácora chilena Infoxicación
NODIER, Charles. Lydia y Francisco Columna: dos cuentos. Madrid: Calpe, 1923. 88 p.
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FRANCISCO COLUMNA
Es posible que se acuerden ustedes del abate Lowrich, con quien nos hemos encontrado en Ragusa, Espalatro, Viena, Munich, Pisa, Bolonia, Losana Es un hombre excelente, saturado de erudición, que sabe una porción de cosas que nos agradaría olvidar si las supiésemos como él: el nombre del impresor de un libro pésimo; la fecha en que vino al mundo un necio, y otras mil particularidades del mismo jaez. El abate Lowrich tiene la gloria de haber averiguado el nombre auténtico de Kuicknackius, que se llamaba Starkius, pero que no fue salvo el parecer de ustedes- el Polycarpus Starkius que escribió ocho endecasílabos impecables acerca de la tesis de Kornmannus De vitibus et doctrina scarabaeorum, sino Martines Starkius, que escribió treinta y dos endecasílabos acerca de las pulgas.
Aparte esto, el abate Lowrich merece ser conocido y estimado; tiene ingenio, corazón y pone grande y activa diligencia en servir a los amigos, y a más de estas bellas cualidades posee una imaginación rara y viva, que da atractivo a su conversación, salvo cuando se engolfa en el piélago de las nonadas de biografías y bibliografías. Yo sé a qué atenerme respecto de este inconveniente, y cuando en mis continuos viajes por Europa encuentro al abate corro a él en cuanto le veo, y aún no hace tres meses que le vi.
Había yo llegado tarde al Hotel des Deux-Tours, de Treviso; así que no tuve tiempo de poner el pie en la villa. A la mañana siguiente, cuando bajaba la escalera, vi delante de mí una de esas figuras singulares que tienen fisonomía de cualquier lado que se las mire. Un sombrero cual no hay otro, puesto en la cabeza como nadie se lo pone; una corbata roja y verde anudada al cuello de modo que por un lado sobresalía tres o cuatro pulgadas de la levita y por el otro no se veía; un pantalón no bien cepillado en una pierna, sucio en la otra y levantado coquetonamente su extremo sobre el tirante de la bota, y, por fin, la cartera inmensa, la cartera inseparable, bien atestada de títulos de libros, de noticias, de papeletas, de planos, de croquis, de tesoros valiosísimos para el erudito, pero que un trapero no recogería. Imposible equivocarse; aquél era Lowrich.
-¡Lowrich! grité, y al instante nos abrazábamos.
-Sé adónde vas me dijo tras del afectuoso cambio de saludos, y me indicó que había llegado a Treviso al mismo tiempo que yo-. Preguntaste las señas de un librero y te dieron las de Apóstolo Capoduro, que vive en la calle de los Esclavones. También yo voy a su casa, aunque sin ilusión alguna, porque visité dos veces su tienda en estos diez años últimos sin hallar otros libros viejos que las novelas del abate Chiari. La librería de viejo está perdida, muerta por completo, aniquilada; vinieron ya los tiempos bárbaros. ¿Tienes algo raro que pedirle?
-Te confieso respondí- que me iré disgustado del norte de Italia si no logro llevarme el Sueño de Polifilo, del cual me dijeron que era cosa muy seria, y que si se le encontraba en alguna parte sería en Treviso.
-¡Si se le encuentra en alguna parte! exclamó con prudente reticencia-. Porque el Sueño de Polifilo, o la Hypnerotomachia, para hablar con mayor claridad, de fray Francisco Columna, es uno de los libros viejos que los bibliógrafos designan con esta frase exacta: Albo corvo rarior. Lo que sí te aseguro es que si este cuervo blanco está en alguna pajarera, y no es posible dudarlo, no es de seguro en la de Apóstolo. Tan seguro estoy, que podría jurar por los manes de Manucio, a quien Dios tenga en su santa gloria, que si el perillán de Apóstolo consigue proporcionarte un ejemplar de la Hypnerotomachia con la fecha buena, que es la de 1499 (las demás ediciones entran en la categoría de los libros mediocres) quiero y puedo hacerte tal regalo a expensas de mi bolsillo, al que tal acto de munificencia no le ocasionará gran quebranto.
[...]
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Bueno, da comienzo el inventículo éste, espero que os guste :O)
Actualización: la siguiente entrega ya está disponible.
¿La pelota ahora mismo? en el tejado de
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Actualización: recoge el testigo el documentalista audaz, como cumple a su apodo :O)
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Reactualización: la próxima entrega, la séptima, en el orgullo del bibliodocublogomundo, la recién galardonada El documentalista enredado :O)
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P.S.: disponible la octava entrega en la bibliobitácora chilena Infoxicación
17 comentarios
Iulius -
Yavannna -
Iulius -
Ah, y si algún día te ofrecen una Hipnerotomachia, que no te la den sin el grabadito famoso (lo posteé en bibliotecosas hace tiempo) :OP
Yavannna -
Iulius -
Sí que hay texto todavía, sí, te envío una entrega :O) será un lujo verla en El documentalista enredado :O)
Marcos Ros -
¡La bibliogsfera es muy ancha!
Díselo a Catorze, por ejemplo, que no dirá que no.
Mándame un correo si es que todavía hay texto para mí
Iulius -
pero mejor no convencer a nadie... esto no es un meme, aquí se apunta el que quiere y al que no le apetece no se apunta :O)
Yavannna -
Ferran -
Yavannna -
Yavannna -
Catuxa -
Ferran -
Yavannna -
Ains le ragalará el librillo??? :D poruqe claro está que lo va a encontrar...
Próximo capítuo en "Uno que pasaba" chanchan!!
Iulius -
Ferran -
Ferran -