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Acerca de un libro que se robaron... pero no sé a quién...

por Jaime Humberto Medina Medina

 

Lo que les voy a contar es de la Vida Real. Me pasó hace más de un mes. Es la historia de un libro titulado VALLENATO : HOMBRE Y CANTO. Así también se denomina un programa radial que realizo desde hace más de 5 años en la Emisora Cultural La U.F.M. Estereo de la Universidad del Quindío. El departamento del Quindío queda en el centro de Colombia, zona andina, su capital es ARMENIA y queda a menos de 1 hora de la ciudad de Pereira, capital de Risaralda donde vivo hace 14 años.

El vallenato es un ritmo propio de Colombia con cuatro aires (paseo, son, merengue y puya) que hoy se conoce internacionalmente y que próximamente formará parte de una de las categorías de los PREMIOS GRAMY LATINOS.

VALLENATO : HOMBRE Y CANTO fue escrito por el abogado CIRO QUIROZ OTERO y publicado en 1982 por ICARO EDITORES. La lectura de ese libro data entonces de los años 80 cuando devoraba cualquier texto que me encontraba sobre folclor vallenato. Recuerdo que una vez se me quedó extraviado en un cementerio y a los ocho días volví al sitio y una señora me lo devolvió,

En algún momento llegué a tener dos ejemplares de ese libro. Y en otro momento regalé uno de esos ejemplares, con dedicatoria incluida.

Me encontraba dictando clase de TEORÍA ECONÓMICA a los estudiantes de primer año, jornada nocturna de la Facultad de Derecho de la Universidad Libre Seccional Pereira, un miércoles a las 9.30 de la noche, cuando un estudiante se me acerca para decirme que conocía un libro que me iba a interesar. Que se lo había encontrado en la Librería MAFALDA donde venden libros de segunda. Ya podrán imaginarse que el libro en cuestión era precisamente el que en otro momento regalé, con dedicatoria incluida. Ahí figuraba la dedicatoria.

El problema grave es que en la dedicatoria no aparece el nombre de la persona a quién se lo regalé y no recuerdo a quien se lo pude haber regalado.

Por ahora, el libro permanece decomisado en mi casa, hasta tanto no se hagan las investigaciones pertinentes. Necesito luces... alguien que me diga que pudo haber pasado...

JAIME HUMBERTO MEDINA MEDINA
http://cronicasvallenatas.blogspot.com

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Agradecidos y emocionados os ofrecemos un nuevo post de Jaime Humberto; es Jaime Humberto hombre de dos pasiones reconocidas: la librosa y la vallenata, que se funden en esta ocasión en un único post que ha tenido la amabilidad y la deferencia de remitirnos. Gracias Jaime Humberto :O)

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P.S.: disponible la nómina de ilustres colaboradores de bibliotecosas en nuestro wiki

...pues póngale usted el título que quiera...

por Jorge A. Rivera "Amoxcalli"

Hace tiempo debía una colaboración… y ya llegué, espero le agrade al anfitrión lo que encontré…
 
Gustavo Hernández “Pato” (1969), poeta jalisciense, escribió el libro de poemas Póngale usted el título que quiera, donde da libertades al lector, empezando por la elección de título y las formas de leer su libro, y sobre lo que se puede hacer y no hacer con él, pero sobre todo, nos dice que la lectura de un libro no termina en su última página…

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Instrucciones para el lector
 
PÓNGALE USTED EL TÍTULO QUE QUIERA
justo sobre la línea punteada.
(Se sugiere hacerlo con lápiz:
todos somos susceptibles de cambiar de opinión.)
 
Al igual que con el título,
numere a su elección los puntos del recuadro
y únales con una línea
para obtener la ilustración de la portada.
 
Forme una ronda
con todos los niños de la casa
antes y después
de leer cada página.
Al término de ésta,
pregúnteles
qué es la Vida y quién es Dios.
Puede también,
si lo desea,
cuestionarles
sobre el origen del Dolor o de los Sueños
y de Dónde Venimos y hacia Dónde Vamos.
 
Le advertimos que las respuestas
le quitarán un día de vida cada una,
pero le ayudarán a comprender mejor el libro.
 
Cuando encuentre un /
escoja Usted la opción
que más le guste.
 
En caso de encontrar algo más que un silencio
en las páginas en blanco,
remita su queja de inmediato
a la empresa editorial.
Su queja no será atendida,
pero por lo menos le quedará el consuelo
de saber que alguien la leyó.
 
Por el contrario
si algún poema le resultara francamente
deplorable / abominable / deleznable / vomitable / despreciable
existe una cláusula en el contrato
del autor con la compañía,
en el cual, se obliga a éste a resarcir su falta
remitiéndole al usuario
un catálogo de mil poemas
para sustituir al defectuoso.
 
Categóricamente,
se prohíbe acompañarlo con leche.
Se sugiere
un café / una botella de tequila / un trago de cicuta / una cerveza / un té.
 
De igual forma,
se prohíbe hacer alusión al Himno Nacional
cuando se encuentren frases salidas
de la Sabiduría Popular.
 
Al leer el libro,
déjese caer en tentación,
no se libre del mal.
 
Ni por
error / curiosidad / güevos
tenga la ocurrencia de alterar
el sentido original de lectura.
De hacerlo,
los Demonios le perseguirán mientras exista.
 
Haga media pausa después de cada ,
una después de cada ;
y dos después de cada. , ,
 
Se advierte que este libro
es sólo cuchillito de palo:
quien intente cortarse las venas,
matar al vecino,
cazar al nahual
o torturar al ser amado con él
se llevará una gran desilusión.
 
Consideramos prudente también advertir
que no se encontrará prólogo alguno:
los prólogos sólo sirven
para facilitarle el trabajo
a los reseñadores de los diarios
ya los maestros de ceremonias de las presentaciones.
 
Igualmente se omite la dedicatoria
porque la musa a quien está dedicado este poemario
tiene una pareja celosa / murió / se fue con otro / no le importa para nada esta edición.
 
Escriba con sangre en la pared,
sobre la cabecera de la cama,
todos los poemas que merezcan ser leídos.
En caso contrario
anotarlos con gris
en la lengua
del zapato.
 
Si se decide a leerlo de día,
ármese con una linterna y una brújula.
De noche serán necesarias
una vela y una mujer.
 
Al término de la lectura,
si se decide a reprobar la publicación de este libro,
no lo rompa ni lo queme:
de cada trozo o ceniza
surgirá un nuevo libro.
 
Se recomienda hacerlo rollito
y meterlo en una botella:
cuando todos naufraguemos,
ésta será la botella que usted encuentre:
con el hallazgo Usted
se convertirá en cenzontle o se volverá loco:
las dos opciones son buenas.
 
Pero,
en caso de que llegara a gustarle,
corra a mirarse al espejo más próximo:
notará que Usted no será ya nunca más el mismo:
habrán empezado a brotarle alas en la espalda.

Gustavo Hernández

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HERNANDEZ, Gustavo. Póngale usted el título que quiera. Guadalajara, Méx.: Ediciones Arlequín, 1994.

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P. S. de bibliotecosas: costaría encontrar algo tan bienhumorado, juguetón, original y tierno como este poema que nos envía Jorge :O)

Que conste aquí nuestro agradecimiento, por descubrirnos este encantador poema / poeta y por prestarse tan amablemente a publicarlo en esta nuestra / suya / vuestra bitácora ;O) Gracias1000, Jorge

De los papeles de Julio (II)

Mmm... última oportunidad para don Julio: si bien el relato anterior tuvo un par de comentarios elogiosos, no puede decirse que alcanzara a cosechar una acogida entusiasta; Julito, en realidad te aprecio (tú lo sabes), pero igual deberías tratar de repartir tus esfuerzos en otras bibliobitácoras (a ver si le salen novias, que me monopoliza el blog)...

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De los papeles del archivero de Dorilagua (II)

   Es lo usual que las ediciones modernas de las obras más celebradas de los antiguos incorporen, más cuanto más cuidadas se pretenden, introducciones, prólogos, un sinnúmero de llamadas a pie de página, una biografía del autor, un ensayo histórico sobre la época que enmarcó su trayectoria, etc. 
   Asumimos sin discusión que esta actitud nuestra denota la máxima reverencia hacia el escritor (por mi parte a menudo no puedo evitar imaginarme su airada disensión “si levantara la cabeza”) y su texto; y, sobre todo, damos por bueno que toda esta información obrará a favor de una recta interpretación (¿no estaremos en algunas ocasiones simplemente acatando la del editor?) del escrito. 
  
Elucubrando sobre si todo este conocimiento a priori, añadido a la edición, a veces no, más que desvelar la verdadera intención de la obra, coarta nuestro libre acercamiento a la misma, tropecé por azar de archivero con el manuscrito con cuyo final quisiera culminar el propio. 
   El singular atractivo de este breve fragmento estriba precisamente en nuestra radical ignorancia sobre la identidad de su autor o las circunstancias de su vida y, especialmente, de su muerte. Además, como veremos, debe su encanto a la ausencia de un erudito gramático que hubiera completado y corregido, conjeturando sabiamente, las lagunas y corrupciones del texto cuyo extracto, el final, ofreceré aquí tal como lo hallé:

   "Mi humilde labor de escritor entregado a combatir la superstición que impera en la conciencia de las gentes me ha granjeado múltiples antipatías e incluso el odio de aquellos cuyos zafios trucos he venido revelando, pero ninguno acerbo hasta donde el de Urdiágalo, el más falaz entre los augures que han hecho de la credulidad su negocio. 
   Hace ya veinte años que hice público cómo deslicé, entre las consultas escritas que eran recogidas por sus sirvientes a cambio de dinero, la mía propia, y cuál fue entonces la respuesta de su oráculo. “¿Cuándo se descubrirán las supercherías de Urdiágalo?” fue mi pregunta. Creo recordar que el mensaje que recibí a cambio al día siguiente mencionaba que desconfiara, pues alguien me malquería, las fases de la luna y que vigilara más estrechamente mi salud. 
   La ira que provocó mi treta en Urdiágalo ocasionó nuestro único encuentro hasta hoy. Probablemente aún alguno guarde memoria de cómo me salió al paso en la plaza y del contenido de su original imprecación: Sostuvo entonces el adivino la existencia, para cada escriba, de unas palabras destinadas a ser las últimas que éste trace; las próximas que yo pronunciara, aseguró a gritos, serían aquéllas, las palabras de mi muerte. 
   Por mi parte, sólo di en respuesta un “se equivoca” antes de volver la espalda y abrirme paso entre la multitud cuya atención había reclamado el falso profeta. Aún escuché sin detenerme de voz del susodicho la fecha de mi muerte, premonición lanzada en el cenit de su cólera. 
   Referido lo anterior, nada me complace más que datar mi actual escrito: en breves instantes escucharé las campanas que marcan el final del día prescrito para mi deceso dos décadas atrás. Me alegra pensar que mañana daré a conocer este texto que viene a demostrar que, una vez más como tantas antes, nuestro insigne adivino se equivo"

 

Julio Igualador

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De los papeles de Julio...

Bueno, parece que esta nuestra/vuestra bitácora últimamente no se nutre de otra cosa que de colaboraciones... y bienvenidas sean :O)

Julio Igualador es un compañero de fatigas diversas que a su decir dispone de un grupete de relatines librosos, escritos en un otrora cada vez más lejano, y que se le están apolillando arrumbados en un cajón virtual. Por hoy le vamos a dar cancha :OP y en adelante... bien, dependerá de vuestra acogida ;O)

Ale Julito, adelante con los faroles:

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De los papeles del archivero de Dorilagua... (I)

  La configuración laberíntica de la colosal Biblioteca de Dorilagua escamotea al visitante ocasional los tesoros con que recompensa la fidelidad del asiduo. La obstinación con que frecuento sus vericuetos me ha deparado más de un hallazgo extravagante. Existe, me ha sido vedado revelar su ubicación, una sala subterránea, circular, conocida por pocos, destinada a albergar no cientos sino miles de pergaminos manuscritos; el curioso verá premiado su detenimiento al comprobar que todos ellos consignan idéntico texto. Se trata del más monumental ejercicio de copia de cuantos se conocen.
   Como sabemos, antiguamente, determinados documentos eran elegidos para el aprendizaje de futuros copistas. El criterio de selección no tuvo en cuenta jamás su contenido ni su procedencia, sino sólo lo ejemplar de su caligrafía. De hecho, se ha postulado que muchos copistas se limitaban a remedar los signos, incapaces de descifrar su propio escrito. Múltiples generaciones de copistas debieron ser precisas en el caso que nos ocupa, que en su magnitud semeja un castigo escolar de proporciones gigantescas.
   Lo verdaderamente peculiar del hallazgo no es la reiteración, sino el hecho de que el autor de nuestro modelo parece conocer bien el destino de su texto, jugando a incorporar a su narración el concepto de multiplicación ulterior. Me atrevo a conjeturar un calígrafo hábil y socarrón como autor, por encargo, del texto que paso a transcribir:

 

“  Durante treinta años de mi vida he fatigado las bibliotecas del mundo, compilando confusas referencias; he sacrificado días sin número al aprendizaje de lenguas casi olvidadas. He atravesado enormes extensiones de tierra inhóspita en condiciones adversas, bajo climas inclementes, y sufrido el rechazo del hombre, tomado por demente allá donde di noticia de mi propósito: la conquista de la inmortalidad ha sido mi loco afán.

   La leyenda pretende la existencia de una biblioteca milenaria que esconde una clepsidra: una gota del líquido que encierra basta para tornar inmortal al que descubra su secreta localización. Obsesionado por tal fábula he ido desvelando penosamente el rastro oculto en una miríada de escritos olvidados.

   Numerosos ancianos archiveros avivaron mi ansia al revelarme haber desempolvado en su juventud los mismos textos para un hombre que persiguió idéntica quimera. Algún otro mencionó la oscura maldición que pretendidamente acompañaría tal conquista: he oído referirse a ella en varias lenguas como la circular, la del olvido, del sueño o del retorno...

   Contra lo que mis peores miedos me hicieron a menudo suponer, ha bastado una vida para culminar tal empresa: hace meses que di con la bien custodiada biblioteca; durante todo este tiempo he estudiado el ir y venir de sus celadores. Esta noche he burlado la vigilancia de cien guardias y sólo hace unas horas he penetrado la recóndita estancia circular en que aún me encuentro para descubrir que yo ya he estado aquí muchas veces.

   Mañana despertaré hace treinta años, volveré a recorrer las mismas bibliotecas, conversaré con ancianos archiveros que quizá conocí jóvenes o con los hijos de los que supieron darme razón de mí mismo, aprenderé de nuevo idiomas que hoy domino, descreeré la maldición de que soy presa, penetraré, quién sabe cuántas veces lo hice ya, en esta misma dependencia para recobrar, otra vez, dentro de treinta años, mi memoria de inmortal.”

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Julio Igualador

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Acerca de la biblioteca de las visitadoras de Pantaleón

por Jaime Humberto Medina Medina

El escritor peruano Mario Vargas Llosa me ha hecho disfrutar de una buena lectura con su libro Pantaleón y las visitadoras. Por allá en la página 50 me encuentro con un proyecto de biblioteca.

Sucede que el montaje del servicio de visitadoras requirió de un completo estudio de mercadeo, donde incluye usuarios, tiempos, presupuestos y demás.

Pero llama la atención lo referido a la biblioteca del SVGPFA (Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines). Transcribo la parte relacionada con el acondicionamiento del puesto de mando y evaluación de lugar aparente para enganche. Y ahí se refiere a la Biblioteca:

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Que en su afán de adquirir conocimientos científicos más amplios, que le permitan un dominio mejor de la meta por lograr y de la forma de lograrla, el suscrito intentó procurarse, en las bibliotecas y librerías de Iquitos, un stock de libros, folletos y revistas concernientes al tema de las prestaciones que el SVGPFA debe servir, lamentando tener que comunicar a la superioridad que sus esfuerzos han sido casi inútiles, porque en las dos bibliotecas de Iquitos -la Municipal y la del Colegio de los Padres Agustinos -no encontró ningún texto, ni general ni particular, específicamente dedicado al asunto que le interesaba (sexo y afines), pasando más bien unos momentos embarazosos al indagar a este respecto, pues mereció respuestas cortantes de los empleados, y, en el San Agustín, un religioso se permitió incluso faltarle llamándolo inmoral. Tampoco en las tres librerías de la ciudad, la "Lux", la "Rodríguez" y la "Mesía" (hay una cuarta, de los Adventistas del Séptimo Día, donde no valía la pena intentar la averiguación) pudo el suscrito hallar material de calidad; sólo obtuvo, para colmo a precios subidos (recibos 9 y 10) unos manuales insignificantes y fenicios, que responden a los títulos Cómo desarrollar el ímpetu viril, Afrodisíacos y otros secretos del amor, Todo el sexo en veinte lecciones, con los que, modestamente, ha inaugurado la biblioteca del SVGPFA. Que ruega a la superioridad, si lo tiene a bien, se sirva enviarle desde Lima una selección de obras especializadas en todo lo tocante a la actividad sexual, masculina y femenina, de teoría y de práctica, y en especial documentación sobre asuntos de interés básico como enfermedades venéreas, profilaxia sexual, perversiones, etcétera, lo que, sin duda, redundará en beneficio del Servicio de Visitadoras

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Lo demás queda a la imaginación...

Jaime Humberto Medina Medina

Acerca de un libro que no me robé

por Jaime Humberto Medina Medina

Lo que a continuación van a leer es cierto. Es la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad.

Sucedió en Medellín, Antioquia, Colombia. Eran los años 80. Pasaba por una librería ubicada cerca al Parque de Berrío. En la vitrina externa observo un libro titulado BACANO LLAVE del autor ALBERTO PIEDRA.

El libro era una recopilación de textos publicados en una revista sobre farmacodependencia titulada CONCIENCIA. Narraba la historia de un personaje, joven, mariguanero, quien vivía en la comuna Nororiental de Medellín, allí donde se han tejido historias de sicariato. Conocía los textos porque antes de ser bibliotecario de un colegio era mensajero y podía leer las revistas que llegaban al apartado postal.

Fue muy emocionante encontrar el libro para lo cual me dispuse a comprarlo. Entré a la librería y pregunté por el precio. Nadie me respondió. Insistí sin resultado positivo. En ese preciso momento entró un amigo con el que había estudiado en la facultad de economía y le comenté lo que pasaba a lo cual me insinuó que saliera con el libro sin pagarlo. Yo me negué a esto. El amigo lo pensó y salió de la librería con el libro en la mano. Afuera me lo entregó.

Ese libro es uno de los más apreciados, por su historia y por la forma como lo obtuve. Pero juro que yo no me lo robé...

Jaime Humberto Medina Medina

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