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bibliotecosas

...a veces se leen mutuamente...

[...]
El libro me miró fijamente con ojos fríos y anotó algo en una de sus páginas.
-¿Qué vienen a hacer aquí? –preguntó entonces.
-Eso no lo sabemos –intervine yo-. Ni siquiera sabemos dónde estamos.
-¿De verdad? –preguntó el libro-. Entonces se los voy a decir. Se encuentran en el umbral de la biblioteca perfecta.
-¡Pero eso es excelente! –grité-. Desde hace mucho estoy buscando un libro, que...
-Tranquilo –interrumpió el libro-. Aquí hay miles de libros. En realidad están todos los libros que nunca han sido escritos. Hay libros de vidrio, de madera, de plumas y de agua, libros en forma de caballo, de cuerda o de hongo, libros triangulares, piramidales, libros redondos, libros con miles de hojas finas, libros que ni siquiera tienen hojas, libros que contienen todos los principios, los finales o la parte del medio del resto de los libros; en suma, se puede decir que todo lo que se imagina está escrito aquí.
-Suena impresionante –reconoció el poodle-. Entonces la biblioteca debe ser inmensa.
-La biblioteca se compone de salas heptagonales con siete puertas y setenta estanterías, y éstas tienen siete metros de altura y pueden cobijar unos setecientos libros cada una. Una habitación se agrupa con las otras sin ruptura, tal como los panales de miel. En el cielo de cada sala hay una cámara de vigilancia. Los habitantes de la biblioteca son exclusivamente libros. Ninguno tiene un lugar fijo. A veces se encuentran por ahí, otras por aquí.
-¿Y qué hacen los libros todo el día?
-Van de una habitación a la otra, se quedan en una estantería por un tiempo hasa que se aburren y siguen su camino. A veces se leen mutuamente. Pero eso no ocurre muy a menudo. Cada libro piensa de sí mismo que es el mejor. Hay una gran competencia entre ellos. De pronto sucede que se desgarran uno a otro. Pero habitualmente actúan con prudencia, porque saben que los estamos vigilando.
-¿Quién los vigila?
El libro se calló un momento. Después dijo en un murmullo:
-Earl Grey.
-Earl...
-¡Sschhsst! –chilló el libro-. ¡Silencio! Nadie debe pronunciar el nombre de nuestro Maestro, ¡ni siquiera pensarlo! Él es omnipotente, omnisciente y semejante a Dios. Nada le costaría destruirnos.
[...]
De pronto reinó un silencio sepulcral.
-Un día –continuó el libro-aduana-, nadie sabe a qué hora exactamente, el Maestro abrirá la biblioteca para escoger el libro más digno. Cada uno de los libros se esfuerza por ser el más digno, en las palabras, en su tema y en los pensamientos. Es que el Maestro sabe leer nuestros pensamientos, los lee igual que a los libros.
[...]

Gion Mathias Cavelty

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CAVELTY, Gion Mathias. Ad absurdum o Un viaje al laberinto de los libros. Barcelona [etc.]: Andrés Bello, 1999. ISBN: 84-89691-66-5

2 comentarios

Gatito viejo -

Voy a conseguir ese libro y lo leeré con deleite .Me ha gustado muchísimo el fragmento que has puesto .Mi debilidad son los libros como éste .Saludos

Yavannna -

Lástima que no se pueda describir con un emoticono la sonrisa que se ha posado en mi cara al leer este fragmento.

Solo me queda añadir una cosa:
¡¡¡¡¡¡¡Quiero ese libro, quiero ese libro!!!!!

Ejem.... préstamelo va?? yo te dejo alguno bibliotecoso que está bien :P